*[Mis curiosos]*

El ramo de novia

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Tan acostumbrados estamos cuando acudimos a un enlace nupcial de ver a la novia radiante, de blanco, champán o marfil, con un bonito tocado acompañado de un largo velo y sus mejores joyas adornando su cuerpo que puede suceder que en lo que menos nos fijemos sea en el ramo de flores que le acompaña. Sin embargo, un detalle como éste que nos puede parecer de poca importancia tiene una larga historia tras de sí.
 
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La tradición, se remonta al Antiguo Egipto, donde las novias solían ir acompañadas de un conjunto de hierbas de intenso aroma e, incluso, con ajos, que no tenían otro objetivo que el de ahuyentar a los malos espíritus que pudieran poner zancadillas a su futura felicidad. La tradición grecolatina siguió conservándolo, aunque la planta estrella pasó a ser la hiedra, símbolo de fidelidad. Poco a poco, las coloridas flores fueron sustituyendo a las anodinas plantas de tonos verdosos. Curiosamente, debemos agradecer a los caballeros cruzados -¡¡quién lo diría!!- el que esta costumbre se afianzara en Europa y es que, al parecer, luchando contra sus temibles enemigos sarracenos, pudieron observar cómo las mujeres, cuando se casaban, confeccionaban de manera cuidadosa pequeños ramos de azahar para portarlos en su gran día. Tanto les gustó que decidieron copiar la idea y llevársela a sus territorios.
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Las razones, si tenemos en cuenta lo hábitos de esos años, parecen lógicas y es que la higiene y sobre todo ese baño diario al que ahora estamos tan acostumbrados, tenía, en la Edad Media, para médicos e incluso para la Iglesia, un significado fatal: mientras que los primeros lo consideraban culpable de la propagación de enfermedades, la segunda no dudaba en considerarlo un ritual que debería ser penado. Sólo un baño anual parecía ser salvado de la "condena" y éste tenía lugar al comienzo de la primavera, hacia el mes de mayo. Por esto, no es extraño que los contrayentes aprovecharan esta circunstancia, así como también el buen tiempo que acompañaba para elegir tanto este mes como junio como fechas idóneas para contraer matrimonio. Aún así, el calor, que ya hacía acto de presencia, no podía evitar los malos olores que el sudor provocaba sin hacer distinción entre caballeros y señoritas. Fue por ello por lo que se vio como una perfecta idea el que la novia, en su día especial, portara un ramo de olorosas hierbas aromáticas y algunas que otras flores que, además de hacerla lucir bella, desprendieran una agradable fragancia que alegrase a los invitados de la celebración.
La reina Victoria I de Reino Unido, en su enlace con el príncipe Alberto, en 1840, asentó definitivamente la costumbre de usar flores en vez de hierbas y otras plantas en el ramo de novia.

La Princesa Diana de Gales,
con un enorme ramo de novia
A partir de ahí, un largo abanico de diseños fue marcando cada época, desde enormes ramos que incluso llegaban al suelo, hasta otros más pequeños y coquetos que son los que gozan de más popularidad en nuestros días, y que sólo se diferencian por la propuesta floral elegida que, además de adornar, aporta un significado esencial.
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Por otra parte, tradición que aún se sigue conservando de lanzarlo entre los invitados también tiene un curioso origen. En la Francia del s.XIV, se consideraba que quitar la liga a la novia era recompensado con un derroche de buena suerte y esto provocaba que en los enlaces se lanzaran hacia ella para conseguir tan preciado tesoro, surgiendo, entonces, situaciones poco decorosas, por lo que esta carrera de fondo persiguiendo a la protagonista del día fue sustituida por un lanzamiento que la propia novia hacía de su liga entre todos sus familiares y amigos. Más tarde, el objeto lanzado cambió y, en vez de liga, lo que se arrojaba era el ramo de flores, siendo la afortunada persona que lo capturara la siguiente candidata para contraer matrimonio.
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FUENTES:
*JavierBerenguer.es
*InfoFlor.es

-Fotos: ThePrettyBlog.com

IN DUBLIN´S FAIR CITY... Molly Malone: la idílica pescadera irlandesa

 
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Tiempo ha que no escribía en este blog, a pesar de que el verano hace días que terminó y dejó que la rutina volviera a dominar nuestros días. Así, lo primero que debo hacer es pedir disculpas por mi larga ausencia por estos lares cibernéticos. Lo segundo, volver a invitaros a que me acompañéis en este camino en el que, como viene siendo costumbre, iremos descubriendo nuevas curiosidades. Bienvenidos, pues, a esta nueva fase del blog.
 
"En la alegre ciudad de Dublín, donde las chicas son tan guapas, en lo primero en que mis ojos se fijaron fue en la dulce Molly Malone…"
 
 
Así es como empieza la famosa canción que no sólo ha quedado ya establecida como el himno no-oficial de Dublín, sino también de toda Irlanda. Su letra narra la historia de una dicharachera pescadera que día a día paseaba alegre por las calles de Dublín. Pero, ¿qué tenía esta joven para llegar a ser tan conocida y pasar, transformada en canción, a convertirse en uno de los símbolos irlandeses? Su historia está plagada de lagunas, de misterio, de informaciones que algunos consideran puras mentiras mientras que otros las toman como verdades absolutas…

Nacida en la segunda mitad del s.XVII, Molly Malone era la hija de una familia que durante generaciones se habían dedicado a la pescadería. Ella, siguiendo con la tradición, contenta salía todos los días por las calles de Dublín a vender su mercancía al grito de "¡¡¡Mejillones y berberechos frescos!!!" llegando a ser muy conocida por todos los que habitaban en la que hoy es capital de Irlanda no sólo por su alegría, sino también por su belleza y don de gentes. Las malas lenguas afirmaban que, aunque de día pasaban las horas vendiendo pescado fresco, por las noches ejercía la prostitución. Sea como fuere, la muerte le sorprendió de manera inesperada el 13 de junio de 1699. Como era costumbre, salió una vez más a vender su mercancía, pero el malestar que llevaba arrastrando desde hacía días hizo que cayera desplomada en plena calle y, sin que nadie pudiera hacer nada por ella, la vida se le acabó. Así fue como empezó a crearse su leyenda.
En 1880, James Yorkston compuso la canción de la que hemos extraído los versos que inauguraban esta entrada. Llegó a alcanzar tal fama que rara es la tarde en la que en cualquier pub de la ciudad no se canta a coro acordándose de los idílicos días en los que la bella joven salía a vender su pescado. Para quien haya visto la mítica película de Stanley Kubrick, "LA NARANJA MECÁNICA", y recuerde la primera de las escenas donde un mendigo ebrio canta debajo de un puente, advertirle que lo que vocifera no es otra cosa que la famosa canción de MOLLY MALONE.
Años más tarde, en 1999, se acordó que el día 13 de junio, jornada en que unas fiebres acabaron repentinamente con su vida, quedara establecido como el DÍA DE MOLLY MALONE, en el que la visita a la estatua que se erigió hacia 1988 para conmemorar a la muchacha, en plena Grafton Street (una de las calles más comerciales de Dublín, si no la que más) se hace inevitable. Desde allí, con una largo vestido de generoso escote y tirando su carro cargado de cestos repletos de pescado, observa a todo el visitante curioso que no se resiste a pasar por su lado sin hacerse una fotografía con ella.
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LETRA:
 

In Dublin’s fair city,
where the girls are so pretty,
I first set my eyes on sweet Molly Malone,
as she wheeled her wheel-barrow,
through streets broad and narrow,
crying, "Cockles and mussels, alive alive oh!"
Alive-a-live-oh,
alive-a-live-oh,
crying "Cockles and mussels, alive alive oh!"
She was a fishmonger,
and sure ’twas no wonder,
for so were her father and mother before,
and they both wheeled their barrow,
through streets broad and narrow,
crying, "Cockles and mussels, alive, alive oh!"
Now I was a Rover,
and sailed the seas over,
so I bid my farewell to sweet Molly Malone.
And as I was sailing,
the wild wind was wailing,
crying, "Cockles and mussels, alive, alive oh!"
She died of a fever,
and no one could save her,
and that was the end of sweet Molly Malone.
Now her ghost wheels her barrow,
through streets broad and narrow,
crying, "Cockles and mussels, alive, alive oh!"
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Premio "LIEBSTER BLOG"

Queridos amigos, vuelvo después de tanto tiempo sin escribir, para agradecer a Uriel y a su magnífico blog SABER HISTORIA, el que  se haya vuelto a acordar de mí para darme un nuevo premio. Como marcan las normas, se ha de otorgar a otros 5 blogs amigos para seguir así esta cadena de “amistad blogger”:
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Quería aprovechar, asimismo, para disculparme por mi ausencia, pero la preparación de los exámenes finales ocupa todo mi tiempo, por lo que no creo que vuelva a aparecer por aquí hasta que los termine.
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El poder de la publicidad

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Una propuesta del periodico portugués Folha de Sao Paulo que invita a reflexionar sobre la forma de hacer juicios históricos.

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"Testiculum habet et bene pendebant"

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Juan VIII
….por fin había logrado llegar a lo más alto, a sentarse en la silla papal, y ver su sueño hecho realidad. Atrás quedaba el recuerdo de ese fatídico día, en el que unos malhechores acecharon la aldea donde vivía. En mitad del horror que los invasores estaban provocando no dudó en huir, no sin antes tomar unas ropas que le hicieran parecer más varonil, pues no dudaba de los peligros a los que se exponía adentrándose en un bosque, hogar de forajidos, donde un aspecto inocente le convertía en un blanco perfecto al que atacar. Desde su más tierna infancia, Juan VIII,  había destacado por su singular ingenio, por ello, su padre, un famoso monje del lugar, no dudó en cultivar su intelecto y enseñarle todo lo que sabía. Ya en Roma, su inteligencia no pasó desapercibida a los ojos de aquellos que veían en ese muchacho imberbe a todo un genio. Supo ganarse la confianza de las personas adecuadas y conseguir, no sin trabajo, ser proclamado Papa.

Pasaban unos dos años desde que el momento con el que tanto había soñado, ese que creía imposible,  por fin se había hecho realidad. Ya eran casi veinticuatro los meses que llevaba rigiendo los destinos de la cristiandad de occidente y en los que había logrado mantener su más oscuro secreto a salvo. Sin embargo, tenía miedo. Notaba que su cuerpo había cambiado en las últimas semanas… y aún lo haría más en las siguientes. Pero su ánimo no flaqueó: si Dios había querido que ocupara la silla de Pedro, aceptaría con resignación  todos los reveses que la vida le mandase. Cada vez le costaba más cumplir con sus obligaciones, pero ese día no podía ausentarse, tenía que ir a esa procesión: media Roma esperaba verle bajo el palio que le aliviaría del sofocante calor.  Sacó fuerzas de donde no las tenía y marchó con el resto del “cortejo”. Cada vez sus dolores eran más fuertes, pero no podía decepcionar. Hoy no. La gente le aclamaba, por ello intentaba disimular en su rostro su terrible malestar… hasta que se derrumbó. Sus gritos obnubilaban a los que miraban atónitos cómo, tirado en el suelo, se retorcía de dolor. Nadie sabía qué hacer, cómo socórrele. Pronto sus alaridos cesaron y se comenzó a escuchar un fuerte llanto que parecía venir del mismo lugar donde el Papa ahora descansaba, gimiendo exhausto como si un gran esfuerzo acabara de hacer. El desconcierto de sus acompañantes era cada vez mayor. Juan VIII ya no tenía escapatoria, no valía la pena seguir negando su verdad, así, levantó su hábito y dejó ver a la pequeña criatura que acababa de parir, cuyos pulmones todavía estaban expandiéndose con un enérgico llanto que no cesaba, que en medio del espasmo de la gente que lo veía unido mediante el sangrante cordón con su Santidad, zumbaba como un sonido del diablo.

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A la quietud que provocó la sorpresa le siguió un repentino enfurecimiento de esas gentes que frente a San Juan de Letrán no podían creer la monstruosidad que acababan de presenciar. No había duda, la maligna mano del demonio había intervenido para que esa atrocidad fuera real. Poco tardaron en coger las piedras que había bajo sus pies y comenzar a lanzarlas a esas dos criaturas monstruosas, y no cesaron hasta que las vieron expirar, machadas por los golpes de un castigo que durante tanto tiempo Juan VIII había tratado evitar, afanándose en conservar su secreto en la más estricta intimidad… desde el momento en que huyó de su aldea vestida de hombre para salvar su integridad, nadie se había percatado de que ese endeble cuerpo que se escondía bajo esa holgada vestimenta eclesial, de que ese rostro angelical no era de un preclaro varón, sino de una mujer con una inteligencia excepcional que logró, durante años, salvar las barreras que le impedían llegar a lo más alto en aquello que más le gustaba. Y lo consiguió, hasta que no supo controlar una pasión que tanto tiempo llevaba reprimiendo y que sería el origen de sus desgracias.

Silla stercoraria
Los cardenales, después del escándalo, no dudaron en tomar medidas para que ninguna fémina osara jamás volver a ocupar ese puesto. Así, desde ese momento, se obligó a cada futuro Papa a sentarse, antes de ser nombrado, en una silla stercoraria, perforada en el asiento y usada desde la Antigüedad por las parturientas. Sentado ahí,  un cardenal palparía al elegido mientras que el resto esperaba ansioso a que se pronunciara un esperado “testiculum habet et bene pendebant”, veredicto que ratificaría la virilidad del elegido. Muchos son los que dicen que aún hoy se sigue usando para evitar que un intruso calce las sandalias de Pedro, aunque esto quizás forme ya parte de otra leyenda [1]
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[1] La historia que se cuenta no es otra que la de aquella mujer que ha pasado a Historia con el nombre de PAPISA JUANA (s.IX). Al no tener datos de ella en los archivos papales, muchos han pensado que su historia no es más que invención de la Iglesia de Oriente para descalificar a la de Occidente, de hecho, se piensa que la posible feminidad de Juan VIII fue una buena excusa para trazar la mentira. Sin embargo, sólo disponemos de crónicas (varias de ellas contradictorias)  de autores que vivieron varios siglos después de que sucedieran los hechos para reconstruir este pasado (destacando las de Juan de Mailly), oculto por un gran vacío en las fuentes eclesiásticas de esta época que se empeñan en considerar estos hechos como una leyenda más de la que han sido víctimas.
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¡¡Por Tutatis!!

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“Estamos en el año 50 a. C. Toda la Galia está ocupada por los romanos... ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de legionarios romanos en los reducidos campamentos de Babórum, Acuárium, Laudánum y Petibónum...”

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Con estas frases empezaban los míticos cómics que los franceses René Goscinny y Albert Uderzo popularizaron y cuyos protagonistas, Astérix y Obélix, alcanzaron una inusitada fama. El enunciado resumía el argumento principal de una historieta donde a los romanos les tocaba sufrir, día tras día, los reveses de una aldea sin intenciones de rendirse al invasor. Lo que no sabíamos hasta hace bien poco era cuánto les tocó padecer a los que, sitos en los campamentos militares, intentaban de la mejor de las maneras acatar las órdenes de su centurión. Un reciente estudio realizado por el Departamento de Neurología de la Universidad de Düsseldorf -publicado por la revista especializada Acta Neurochirurgica- ha analizado minuciosamente 34 libros de la serie cómica llegando a conclusiones realmente sorprendentes.

El informe ha revelado que a lo largo de las viñetas se recogen hasta 704 casos de traumatismos craneoencefálicos, aunque no todos son de la misma gravedad. El 87,1% de los causantes del trastorno fueron los galos, siendo Astérix y Obélix los responsables de más de la mitad de los casos. La mayor parte de las veces, los traumatismos fueron consecuencia directa de un agente dopante, llamado “poción mágica”. Los romanos, como era de esperar, fueron los que más sufrieron siendo, con 450 casos, el colectivo más afectado. A pesar de esto, no queda registrado ningún caso de daño neurológico permanente o de muerte, es más, los síntomas mejoraban por completo en un breve espacio de tiempo lo que, para los estudiosos, no dejaba de ser sorprendente.

Lo común, tras los golpes, era una alteración de conciencia seguida de una equimosis periorbital que indicaba la fractura de la base del cráneo y que provocaba el signo conocido como “ojo de mapache”. La alteración de conciencia seguida de la parálisis del nervio hipogloso, manifestado en la extensión de la lengua hacia un lado, también era común. Además, se apunta que aunque 497 de los afectados por los golpes llevaban cascos, éstos se solían perder en el 87,7% de las veces tras el golpe lo que, según los autores del estudio, indica un pobre desarrollo tecnológico de las prendas protectoras usadas en las batallas.


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Estos son sólo algunos de los datos que nos podremos encontrar en el cuidadoso estudio que los neurólogos  alemanes han realizado. Un innovador texto que con el mayor rigor científico, sin duda, ha pretendido analizar las consecuencias del “intento de conquista” de la última aldea de la Galia que el Imperio Romano trataba, aunque no con mucho éxito, anexionarse.
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Fuentes:


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Juan, un pretendiente carlista liberal

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De todos es sabido que la muerte de Fernando VII de Borbón, en 1833, llevó aparejada un conflicto en la sucesión que perviviría durante años: por un lado se formó el grupo que consideraba a su hija Isabel como legítima heredera; por el otro, los que apoyaban al hermano del monarca, Carlos María Isidro [1], como nuevo rey, argumentando que la Pragmática Sanción, -que permitiría reinar a una mujer-, no había sido aprobada, por lo que la Ley Sálica seguía rigiendo la sucesión dinástica [2]. Muchos han tratado de separar estos 2 grupos argumentando que frente a los liberales de Isabel se erigían los absolutistas de Carlos María Isidro (carlistas), aunque nada más lejos de la realidad. Sin embargo, este argumento bien se podría excusar afirmando que el absolutismo de Isabel II quedaba minimizado frente a los extremos que éste alcanzaba dentro de la mentalidad de los carlistas, acérrimos antiliberales.
Los conflictos entre los dos grupos no se hicieron esperar: varias guerras fueron las que los enfrentaron en un intento de conseguir el trono –en el caso los carlistas- y de afianzarse en él –en el de la ya proclamada reina Isabel II-.

El pretendiente carlista Juan
A la muerte este Carlos V, su hijo Carlos le sucede en sus intentos de quitar el poder a la que consideran ilegítima reina. Sin embargo,  el ambiente que se vive en España hace que pase la mayor parte de su vida en el exilio. Cuando regresa, junto con su hermano Fernando, y desembarca en San Carlos de la Rápita llevando a cabo un intento de levantamiento, poco podía esperar que los liberales que allí había (la mayoría de la población) apresarían sus barcos y ellos mismos serían capturados. El miedo hizo que los 2 hijos de Carlos María Isidro abdicaran del trono. Tiempo después, ya en Londres, desdicen esta renuncia y se vuelven a considerar pretendientes. Allí, se encontrarán con el otro hijo del primer pretendiente carlista, Juan, afín al liberalismo, que llevaba en Inglaterra una vida alegre y poco religiosa. Sin embargo, al enterarse de la renuncia de sus hermanos, no acepta este nuevo cambio de opinión, considerando como válidas las renuncias y se proclama legítimo pretendiente al trono. Así es como un liberal llega a ser candidato al trono, por parte del bando carlista, llegándose a nombrar JUAN III DE ESPAÑA.  La segunda mujer de Carlos María Isidro, una portuguesa de armas tomar, sería la responsable de que Juan cambiara su abiertas ideas por el tradicionalismo más extremo y hacer, así, que los problemas internos que la “desviación” del nuevo pretendiente  estaban causando, cesaran. Sin embargo, el carlismo ya había cambiado, se había convertido en un  auténtico movimiento de masas, que aunaba los descontentos producidos en el reinado de Isabel II, y que quedaba localizado en la zona norte de la península, abanderando el tradicionalismo y oponiéndose al liberalismo que, poco a poco, se iba abriendo camino en esa España contemporánea que recién había nacido.
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[1] Carlos María Isidro es considerado, por los carlistas, como Carlos V

[2] La Ley Sálica establecía una prohibición a que las mujeres reinaran.
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Quien se fue a Sevilla...¡perdió su silla!

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Este dicho popular que se refiere a aquel que, habiendo dejado una plaza vacante y queriendo recupérala pasado un tiempo se la encuentra ocupada y sin intenciones de cederla, se remonta a los años en los que Enrique IV Trastámara era rey.

La plaza del arzobispado de Santiago de Compostela había quedado vacante y el arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca y Ulloa, la quería para su sobrino que, por esa fecha era deán de la catedral hispalense. No sin dificultades consiguió el poderoso eclesiástico que en 1467 su sobrino marchara hacia Galicia para ejercer su nuevo puesto. Sin embargo, su poco tacto político hizo que la nobleza gallega no tardara en levantarse contra él. Su tío, temiendo la situación, acordó un intercambio de arzobispados durante un tiempo, hasta que lograra pacificar a los descontentos. La paz no tarda en conseguirse, por lo que en 1469, Alonso de Fonseca hizo los pertinentes preparativos para marchar hacia la Sevilla que había abandonado meses atrás. Contra todo pronóstico, su egoísta sobrino, lejos de agradecer a su tío el favor que le había hecho, se negó a dejar la silla arzobispal pues se había dado cuenta que la tranquilidad que se respiraba y las riquezas de las que se disfrutaban allí eran mucho mejores que las que había visto en el arzobispado de Santiago de Compostela. Poco  pudo hacer el atónito hombre ante la terquedad de su sobrino que se empeñaba en no abandonar su nuevo sitio, por lo que no le quedó más remedio que pedir la ayuda del Papa e, incluso, del Rey, para que el joven muchacho marchara al lugar que le correspondía.

Catedral de Sevilla

No se puede negar que este hecho debió de sorprender en la época hasta tal punto que se configuró un dicho popular que le tenía como protagonista. Sin embargo, la frase original difería algo de la actual pues el que perdía la silla era el que “se fue de Sevilla” y no a ella. Aún así, en España no ha caído en el olvido la curiosa disputa de aquél que perdió su silla y es común escuchar la expresión, sobre todo de la boca de los más pequeños.
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Bibliografía:


*Iribarren, J.Mª, El porqué de los dichos, Pamplona, 1995.
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"¡Qué artista muere conmigo!"

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Muchos han sido los personajes históricos a los que las Parcas han arrebatado su vida de manera poco usual y casi rayando lo irrisorio, sin importarles lo más  mínimo la condición del que se llevaban de este mundo. En este blog, ya hemos tratado varias de ellas, pero ninguna había tenido ese toque de “muerte anunciada” como la de Nerón.
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Definir a un personaje con un carácter tan complejo no es sencillo, pero bastaría con decir que su maldad y crueldad materializadas en las más dispares excentricidades hicieron que pasara a la Historia como uno de los emperadores de Roma más desequilibrados [1], aunque su sensibilidad artística plasmada en su amor por la música, la actuación, la poesía o el arte, no pasaban desapercibidos y no eran recibidos de buen grado por no encajar en la personalidad que se esperaba de un emperador ideal. Basta con leer el relato que de su vida nos hace Suetonio para darnos cuenta que Senado, ejército y pueblo le odiaban de la misma manera. Ni el variopinto cortejo que solía acompañarle habitualmente lo hizo en sus últimos momentos de vida, cuando se vio abandonado por todos, obligado, sin más remedio, a buscar hospitalidad llamando puerta por puerta a las casas de los que creía sus amigos y viéndose rechazado una y otra vez por ellos [2]. Finalmente, un liberto le ofreció refugio en su finca de las afueras. Tras enterarse, los soldados no dudaron en ir a matarle. Nerón, que veía que sus días terminaban, obligó a los que le acompañaban a cavar una fosa y cubrirla con todos los trozos de mármol que pudieran encontrar. Asimismo, les instó a que llevaran agua y leña para cumplir con las rigurosas ceremonias post-mortem.
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Cuando le desvelaron que la muerte que le esperaba, una vez capturado, no era otra que la de atarle en la horca y ser azotado hasta morir, presuroso corrió a por dos puñales que había guardado bajo sus ropajes. Sin embargo, el último emperador Julio-Claudio, tras haber probado el dolor que producían sus puntiagudas puntas, decidió guardar las armas asegurando que su hora final aún no había llegado. Aun así, se lamentaba continuamente de que nadie de los que le acompañaban se atreviera a acabar con su vida, y lloraba sin parar de repetir “¡QUÉ ARTISTA MUERE CONMIGO!” (Suetonio, Vida de Nerón, 49,1) Su secretario Epafrodito fue el que, finalmente, le ayudó a hundir una daga en su garganta. Minutos más tarde apareció un centurión que no pudo más que ver cómo la sangre manaba de su cuello. Tal y como quería, en ese 68 a.C se le hicieron unos costosos funerales y se le enterró en la tumba de su familia, en un ataúd de pórfido sobre el que descansaba un impresionante altar de mármol.

Nos cuenta Suetonio que “su muerte produjo una alegría pública tan grande que la plebe corrió por toda la ciudad llevando en la cabeza el gorro frigio” (Vida de Nerón, 57,1), el pilleus, que se le ponía a los esclavos cuando se les liberaba. Aún así, también hubo quien lamentó su muerte.

Terminaba, con su gobierno, la estancia de los Julio-Claudios al frente del Imperio. Le siguieron unos meses turbulentos donde varios emperadores se disputaron el poder hasta que los Flavios consiguieron afianzarse en él.

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[1] Todas la fuentes, menos las de Oriente-territorio al que Nerón benefició notablemente-, son unánimes en ofrecer una visión del emperador poco humana.  

[2] Galba ya había sido nombrado emperador por el Senado quien hizo, asimismo, que a Nerón se le declarara enemigo público, se le persiguiera y se le matara.

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Fuentes:

*SUETONIO TRANQUILO, Cayo: Vida de los doce Césares, (trad. AGUDO CUBAS, Rosa María), Ed. Gredos, Madrid, 1982.
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Premio "Blog Creativo"

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Desde Argentina me llega un premio a la creatividad bloguera. Ha sido Carolina, con su genial blog CISNES Y ROSAS, la que ha tenido el detalle de elegirme para colgar en este sitio este galardón. Se me pregunta si opino que mi blog es creativo, pero creo que eso no lo debo responder yo sino los lectores que no se cansan de pasar por aquí y a los que les estoy muy agradecida.
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Mandan las reglas otorgarlo a 7 blogs y pienso que, aunque la lista la aumentaría con muchísimos más, los elegidos bien se lo merecen.






*Saber Historia

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